Cartas en el buzón y personas que se encuentran

La cartera llega a casa en bicicleta, en coche los días de lluvia. Es menuda y ligera, no sé decirte de qué color tiene los ojos pero sí que su pelo es rojo vino y que viste siempre corporativa de amarillo y azul. Me alegro mucho de verla, las niñas también. Nos llegan cartas a casa. Las recibimos como abrazos. Me gusta cuando me escribes. Me gusta porque sé que te has parado y me regalas tu tiempo y soy capaz de adivinar por tu letra si lo haces con prisa, si estás cansada o feliz. Benditas palabras que nos acarician el alma.
«Recibís muchas», me dice, «escribimos más», le digo. Esta vez no traía un sobre, recibí un paquete con una chica en un tren, el Thriller del año que llegó para mi sorpresa desde Valdepeñas con un breve mensaje de «luego me cuentas qué tal en tu blog». Lo prometo. Gracias
Hoy he vuelto a la biblioteca, último día de plazo. Arrastro sueño. Viajo en tren a toda velocidad de noche, pero el trayecto está por terminar y he ido a surtirme de nuevas lecturas. Me hago con La vida de las mujeres de la Premio Nobel de Literatura Alice Munro. Mientras lo ojeaba, me di cuenta de que alguien lo dejó a mitad del camino, página 123; se aburrió o quiso apoderarse de alguno de sus párrafos, como quien hace suya una canción. Para mi. Y sonrío por el letrero de la semana que ha colgado el Sr. A (lo extrañaba):
ante ciertos libros, uno se pregunta:¿quién los leerá?
y ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán?
y al fin, libros y personas se encuentran.
André Gide

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