Wild Frank para el sofá

He dejado de comprar ensalada en bolsa, ya sabes, de esas que  puedes escoger en el frigo de cualquier super con nombres tan sugerentes como brotes tiernos, deluxe o cuatro estaciones gourmet. No me queda más remedio que decir adiós a comer vegetales lavados y troceados, algunos vienen hasta con el cubierto de plástico dentro, como si de otro hortaliza se tratara. Qué bien. Aquí adquirir esos productos es poco más que un delito o una necedad o las dos cosas a la vez. Ahora compro lechuga recién extraída de la tierra, que sabe a lechuga, igual que los tomates saben a tomates y el pescado está tan fresco que casi me dan ganas de tirarlo de nuevo al mar. La cuestión es que yo no estoy preparada, no señor, no lo estoy, para tanta frescura. Mi cocina está verde, las baldosas de mi cocina, para ser más exactos, están verdes. Porque llego yo con mi flamante lechuga a la que le corto el tronco y le saco tierra para hacer un castillo de playa y voy, hoja por hoja dando un repaso bajo el chorro del grifo….. una babosa, gigante, del tamaño de mi dedo gordo. Grito primero y lanzo la lechuga con la babosa contra la pared, o grito después, no sé. Con lo que me gusta Wild Frank, no entiendo este terror mío por los bichos.

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