Reproducir lo bello

«El arte no existe para reproducir lo visible, sino para hacer visible aquello que está más allá de los ojos».

A veces es imposible explicar lo bello, qué sentimiento tan desinteresado. Mis paseos por el mar, camino al faro, me lo recuerdan todos los días.

Hace un par de semanas, mientras trabajaba en la biblioteca, la Sra. C se acercó a verme, despacito, temerosa de que sus pasos pudieran importunar lo que fuera en lo que andaba escribiendo. Me dejó dos libros encima de la mesa, ella y yo nos intercambiamos lecturas. Sigue saltando del gallego al castellano, y al revés, cuando me habla, como si de un mismo idioma se tratara. Le gustó mucho Tentación, de Janos Szekely, libro que le sugerí antes de Navidad  y a las dos nos desilusionó Tan poco vida, de Hanya Yangihara.  Ahora, por y gracias a su culpa, llevo noches acostándome con grandes de la literatura irlandesa: Edna O’brien y Colm Tóibín.

Escribo y leo. Leo y escribo. No veo la tele. Paseo al Sr. Wilson, camino bordeando el mar. Por las tardes soy maestra, taxista, profesora, enfermera, confesora y mediadora. Soy también mujer. Hoy he caminado de vuelta sin recordar que a la ida fui en coche. Mis pies en la tierra, eso son los miembros de mi familia, mientras yo confecciono como una colcha de patchwork las historias que me asaltan. Tan difícil reproducir lo bonito que me sobrecoge.

 

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