Esperando a mister Bojangles

Han vuelto. La lluvia y las noches en vela. A la primera la estaba esperando, al insomnio nunca lo llamo. Las noches que no duermo las invierto en sueños, los míos si estoy escribiendo, los de otros si estoy leyendo. Es raro que no se me encane el pelo, mi peluquero también se muestra sorprendido. Él y mi doctora de cabecera no se ponen de acuerdo. Estoy cansada y el hierro que me falta se me ha subido a la cabeza. Dice Xosé que mis nuevos y naturales reflejos rojos se deben al exceso de hierro en mi pelo, ése que no encuentra mi doctora en la analítica.

No me ha llevado más de una noche leer la primera novela de Olivier Bourdeaut: Esperando a Mister Bojangles. Mi no sueño se ha sumergido dentro de esa historia tan alegre, tan desordenada y escrita con tanto ingenio que ha merecido ser bebida de un solo trago.  Me ha encogido un poco el corazón. Los críticos han dicho de ella que hace sonreír a las lágrimas y llorar a la alegría. Inteligente.

“La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”. Edgar Allan Poe

¿Qué voy a hacer con ese amor loco?…. qué maravilla.

Llega a España editada por Salamandra. Una novela corta, la primera que el autor escribió en siete semanas, la misma que se aventuró a publicar Finitude, una pequeña editorial de Burdeos.

“Ante la mirada maravillada de su hijo, una pareja embriagada de amor baila al son de «Mr. Bojangles», de Nina Simone. Su amor es mágico, vertiginoso, una fiesta perpetua, y su hogar, un espacio donde sólo caben el placer, la fantasía y la amistad. Georges, el hijo, vive en un universo lleno de poesía, de quimeras, de momentos sorprendentes en que la madre interpreta su extravagante papel con la seguridad del ilusionista más convincente. Ella, a quien el padre nunca llama por el mismo nombre dos días seguidos, es quien lleva la batuta de esta alegre orquesta, esta feliz unión de tres, que se complementa con Doña Superflua, la exuberante grulla que se pasea por la casa. Pero poco a poco, de manera casi imperceptible, empieza a entreverse que la extravagancia roza la locura y la alegría doméstica se asienta sobre un precario sentido de la realidad. Padre e hijo harán todo lo posible para seguir conjurando la alegría, para que la fiesta no pare y salvar a la madre de la decepcionante realidad o, más exactamente, de la espesa bruma de la locura”.

Quizás también te interese leer

Sin comentarios

Deja tu comentario