Hoy es ayer para decir mañana

Crecí detrás de la barra de un bar. Equivale a ir a la escuela dos veces. La máquina de café silbaba con fuerza por la mañana, como una vieja locomotora que anuncia que viene o se va. Vestida de uniforme, con el pelo en trenzas y alisando las tablas de mi falda, desayunaba a diario con personajes varios. Mi preferido era el marinero, vecino de la calle de arriba, que nos visitaba cada seis meses y traía historias de todos los puertos, de mares calmados y tormentas interminables. Mi atención era absoluta. El marinero mantenía a sus hermanas, dos solteras que se despertaban al compás de la máquina tragaperras, manzanas rojas, peras verdes, lo recuerdo, tenían que alinearse.
Había clientes pasajeros y otros tan habituales a los que añoraba si un día fallaban. Estaban el director de la fábrica de al lado, siempre apresurado, el primero en hacerse con la prensa; el comercial de farmacia que desayunaba callos y tenía un hijo en los scouts; el yesero recién divorciado que ahogaba su pena en la copa de coñac; el artista me fascinaba, con las manos siempre manchadas, por él estoy retratada.
Ahora que lo pienso, pocas mujeres entonces desayunaban fuera de casa. Estaba el banquero que regaló a mi madre un ejemplar de Los puentes de madison y Luis Moya, copiloto de Carlos Sainz, era otro habitual. Con los años, reconozco que el pensionista que tomaba un pincho de tortilla y vivía con su madre, era gay. Murió sentado en un banco, solo, de ataque al corazón. Una vez vino mi profesor de lengua con mi profesora de catalán que estaba casada. La acabaron despidiendo del colegio. Podría continuar.
Todavía hoy necesito desayunar fuera de casa. Sigo escuchando, sigo observando. Me pregunto si no estoy hecha de historias, con aroma a café. Y en esas siempre ando, tratando de traducir lo almacenado en mi corazón.
Nada es más misterioso que el mundo real. Todo lo que se eleva favorece la compañía de una sombra, todo se extiende y se abre hacia el pasado. La mirada es una geografía que hace historia entre el ser y el estar, entre la luz y el recuerdo. Por eso el realismo busca el mundo exterior para meternos hacia dentro. La imagen detenida corre hasta la memoria de la existencia que nos hizo y que habitamos.
Están los días vividos, la mañana y la tarde, la hierba y el otoño, los siglos, el intermedio que somos. Hoy es ayer para decir mañana.”

Pic by @davidstraight

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