Algunos libros buenos

A todos los conocí en Canadá. Fuimos en grupo, yo era la más joven. Nos presentó Richard Ford: “Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres, y luego lo de los asesinatos que vinieron después…Nada tendría sentido si no contara esto antes que nada”. Con un inicio semejante, mentiría si dijera que se quedaron todos los que empezaron el viaje.  Claro que yo decidí hacerlo, quedarme. Iba a brindarme la oportunidad de intimar entre letras con perfectos desconocidos. ¿Verían ellos lo mismo que yo? Mentiras de mujeres. Creo que con Liudmila Ulítskaya, coincidimos casi todos: “Así como los hombres mienten de una forma práctica, con un fin, las mujeres lo hacen de pasada, por descuido, sin causa sin motivo, con ardor, de improvisto, poco a poco, sin orden ni concierto, desesperadamente, de modo completamente inmotivado… Aquellas que poseen ese don mienten desde la primera hasta la última palabra que pronuncian”.

Yo ya había leído algunos de los libros que se proponían: Alguien, de Alice McDermott, Tantos días felices, de Lauire Colwin y hasta el que se agendaba para la última estación, La uruguaya, de Pedro Mairal. Pronto me convertí en “la niña”, que dejaba las tertulias la primera, todavía no he conquistado esa edad en la que el tiempo me pertenece sin concesiones, todavía no lleva mi mochila los libros que llevan las de mis compañeros. Qué bueno leer en un club de lectura, es como ver el mismo paisaje en diferentes estaciones, como visitar una ciudad cuando estás enamorada, enojada, cuando eres joven o cuando los años te apremian. El mapa y el territorio. O lo amamos, o lo detestamos. A Michel Houellebecq le discutimos mucho: “Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor.”

He salido de mi zona de confort, he leído a quién no me había acercado. Lo hice De noche, bajo el puente de piedra, con Leo Perutz. Por supuesto, tuve tiempo para rescatar a las historias que ya tenía pendientes. Un regalo de los buenos fue leer a la Intemperie, a Jesús Carrasco. Todavía tengo frío. Mira por dónde, una de las jovencitas que hay en mi casa va a leer Patria, de Aramburu, que poco sabe hoy de lo que nos fue tan cercano ayer. Hemos leído juntos, en una habitación, la habitación de Nona, disfrutando de la gran cuentista que es Cristina Fernández Cubas. Sufrir, también lo hemos hecho, amenizados por la música que hay en Instrumental, de James Rhodes.

Me pregunto, si habría leído en gallego de no estar entre ellos, hombres y mujeres desconocidos que se han asomado con respeto a la palabra. Ahora resulta que hemos vivido juntos un montón de historias que no nos pertenecían. Voy a reservar mi vuelta al club de lectura. Intuyo que la ruta que me espera será, de nuevo, fabulosa. Gracias.

 

Photo by Ugur Akdemir 

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