En quién te convierte

Greta se muestra cada vez más curiosa. Me mira descarada, fijamente. Yo no me atrevo a sostenerle la mirada, sería como lanzarme al agua fría, profunda, en medio del océano. Mi vecina es nueva y temporal. Se sienta en el alféizar de la ventana y me contempla. Allí no llega el Sr.Wilson, que se siente casi tan amenazado como Bubu, mi otro vecino felino. Me he dado cuenta de que hablo con los tres, más que a menudo y en voz alta. Las chicas están fuera y su ausencia hace mis días más largos. Los alivio con largos paseos, buenas lecturas.

 

«Todo está mucho más cerca, pero somos nosotros los que nos vamos quedando poco a poco más lejos». Lentamente leo Sefarad, de Antonio Muñoz Molina. Respetuosa, atenta y fascinada, como debería sentirse el alumno ante el maestro excelente: «No creo que sea verdad eso que dicen, que al viajar uno pueda convertirse en otro: lo que sucede es que uno se aligera de sí mismo, de sus obligaciones y de su pasado, igual que reduce todo lo que posee a las pocas cosas necesarias para su equipaje. La parte más onerosa de nuestra identidad se sostiene sobre lo que los demás saben o piensan de nosotros».

Le he dicho a Greta que quiero ser viajera, también ser cerca pero lejos. Curiosamente, ha sido el maestro Muñoz Molina quien me ha invitado a leer a Salter. James Salter, escritor de escritores, y hasta a la noche le he arañado el sueño para terminar, sin querer hacerlo, Años Luz. Mantengo en los últimos años un idilio fascinante con la literatura norteamericana. Salter nos asoma con su escritura aguda al interior del amor y a su transformación inevitable por el paso del tiempo. La vida de un matrimonio, el de los Berland, personajes a los que envuelve y atrapa en una luz final, sin retorno.  Años luz trata con exquisita sensibilidad los límites y contradicciones de lo que llamamos felicidad.

«… quería vender la casa. Estaba sucediendo algo en cada pedazo de su existencia, empezaba a verlo en las calles, era como la oscuridad, de pronto se percataba de ello: cuando llega, llega a todas partes».

El tiempo está del revés y el Sol no acaba de querer quedarse este verano. Tantas veces digo que hay que estar hecho de luz para vivir en el norte. Sigo mi periplo con La aldea, pronto con la emoción de estar en la Feria del libro de A Coruña, esta ciudad que me acoge y me enamora, la Marineda de Emilia Pardo Bazán; ayer empecé a leer Tribuna, un regalo inesperado, como la Lentitud del liberto, poesía de Maribel Andrés (Maclein y Parker). Al Sr. Wilson le fascina quedarse a mis pies, más si cabe cuando me quedo un rato colgada en las palabras:

en quién te convierte

el mundo

que te habita.

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