No hay felicidad como esta dicha

A veces volver es otra buena manera de llegar. De nuevo otoño. Otra vez aquí te escribo, te cuento, te leo. Otra vez me refugio en mi estación preferida, la de las cosas pequeñas, aquellas que son excepcionales. Atrás dejo días de Sol y sal, encuentros extraordinarios en librerías, congresos, ferias y bibliotecas.  Gracias a La aldea (Ed. Siete Islas). He viajado para quedarme en otros paisajes, con otras gentes. Regreso para encontrarte.

«No hay felicidad como esta dicha: mañanas apacibles, la luz del río, el fin de semana por delante. Vivían una vida rusa, una vida fecunda, entrelazada, en la que un infortunio de uno de los miembros, un fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro». James Salter, Años Luz

Otra vez el café muy temprano, el ruido metálico del teclado, las noches arropadas. Lecturas que me ensanchan el corazón. El Sr. Wilson a mis pies.

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